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Relación Madre – Hija, Contradictoria, Apasionante y Única

Existen madres que no toleran el crecimiento y necesidad de autonomía de sus hijas, favoreciendo la dependencia y activando los sentimientos de culpa en ambas.

La relación Madre –Hija es igual a las otras relaciones humanas y al mismo tiempo es única en cuanto a su importancia, intensidad y complejidad, pose momentos agradables y de mucha ternura, así como otros muy desagradables y de gran tensión. Ambas polaridades obedecen a la dinámica propia de la relación y tienen que ver principalmente con el crecimiento y la diferenciación de la hija, y con la capacidad de adaptación y flexibilidad a estos acontecimientos por parte de la madre. La hija crece, desobedece, y comienza a hacer su vida, deja de hacerle caso y de considerarla el centro de su vida, existen madres que no toleran esto, al grado de mantener relaciones disfuncionales y enfermas donde no hay lugar para el crecimiento y la individuación, es decir mantienen situaciones de dependencia y simbiosis. Afectando profundamente la personalidad de la hija, las lealtades a la familia de origen son reforzadas por la culpa.

Y surgen grandes conflictos de los cuales parece imposible el escapar, algunos afectan varias generaciones, por otro lado las madres empaticas y sanas pueden estimular el desarrollo normal y la diferenciación.



Los primeros años la hija depende incondicionalmente de su madre y necesita recibir toda la atención y afecto, su mamá es su sostén y guía en todo momento, la figura del padre es igual de importante sin embargo nuestra cultura enfatiza el rol de la madre y le resta importancia a esta figura tan importante y necesaria para el desarrollo armónico de nuestra personalidad. Durante estos primeros años la hija se van pareciendo cada vez más su madre, la niña imita a su mamá y quiere se como ella. Las dos disfrutan los ratos compartidos y son cada día más compañeras. A partir de los once o doce años comienza una etapa de gran rebelión, el ser igual ya no es algo atractivo, y empiezan a salirse de los modelos establecidos por la madre. La búsqueda de identidad es fundamental. Durante la juventud y adultez, las cuentas pendientes, resentimientos, los roces, los conflictos no resueltos o expresados se hacen más claros y la distancia entre ambas puede aumentar. Finalmente la transición de hija a madre, provoca que muchas se reencuentren, aunque las diferencias continúen. “Al ser padres aprendemos a ser hijos y al ser abuelos aprendemos a ser padres”.



En la relación Madre – Hija, es difícil resistirse a la tentación de mirarse como si fueran espejos de su propia vida. En las hijas, las madres contemplan y añoran los sueños mejor guardados, las aspiraciones que tuvieron y que no alcanzaron a cumplir, los proyectos inconclusos, los éxitos y los fracasos. Evidentemente esto va ocasionando que esas relaciones estén mas cargadas de conflictos sobre todo alrededor de los 12 años, en que se activa con toda su fuerza la etapa de adolescencia, la necesidad de autonomía y el largo proceso de formación de la identidad, con el cual se polarizara mas esta dinámica de amor y odio, cercanía y lejanía. En una gran cantidad de familias es común encontrar en la dinámica de la relación madre – hija, las peleas, las declaraciones de amor precedidas de manifestaciones de odio, gritos, y muchas otras expresiones cargadas de pasión, para algunas hijas la madres se la pasan criticándolas y no ven lo parecidas que son en lo que hacen, en otras los resentimientos y la dificultad para facilitar la independencia es tema continuo de conflicto. Durante el desarrollo el único modelo que la mayoría de las hijas tiene es su propia madre, y cuando aparecen las necesidades de autonomía, observaran en si mismas aspectos que ellas no aceptan de su propia madre, solo el crecimiento, la madures y la propia maternidad podrán ayudar a aceptar y comprender con empatia, a nuestra madre. Las mujeres son mas hirientes con la madre porque es la relación más próxima que tienen y son capaces de decirle todo. En la familia se inicia la práctica de la socialización, para posteriormente demostrarlo en el exterior. Las madres discuten mas con las hijas que con los hijos varones talvez porque el rol social impuesto da mas confianza a las madres al conferir autonomía en los varones, (quienes se vuelven así mas fuertes y capaces de defenderse solos) que a las hijas a quienes se percibe como mas vulnerables. Las mujeres también tienden a ser mas comunicativas que los varones, y cuanto mas palabras…. Más posibilidades de desacuerdos.



La Madre le trasmite a la hija el orden del mundo propio de su tiempo y el que ella desearía para el futuro, para que sus hijas e hijos sean felices, y esto representa el principal legado que la madre le deja a su hija. Pero el mundo de la hija no necesariamente coincide con el de la madre, aunque sea semejante a ella ya que las dos pertenecen al mismo sexo. Es en esta no coincidencia donde se gestan los conflictos y lo negativo de la relación de una hija con su madre. Y donde aparece el miedo a la intimidad y a la libertad de la otra. La madre en forma gratuita nos dio la vida, las hijas podrían vivirla intensamente y honrar a quien las vio nacer, con un sentido de gratitud.


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