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¡Avaricia, temor a compartir!

“Las personas con problemas de avaricia son el resultado de varios factores adquiridos a lo largo de su desarrollo infantil el cual determino una actitud ante el dar y recibir”





La avaricia es una tendencia o conducta que se caracteriza por la búsqueda de posesiones y placeres en forma desordenada y continua sin importar las consecuencias. Se define como el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas, en realidad es la necesidad de retener y acumular lo que aprendemos a valorar para la aparente tranquilidad. Consiste en el apego y este es la fuerza que nos hace arraigarnos y conservar cosas. La avaricia nace por el temor y la duda hacia la muerte y el cambio. Para evitarlos, la solución que surge y se va desarrollando en las personas avaras es tener y retener, que no falte nada y además que no se suelte nada, púes todo lo que sea de nuestra propiedad y nos pertenezca, o este anclado a nosotros creara la base de la seguridad, y supuestamente protegerá de los cambios y de la muerte. Una falsa y efímera seguridad que el inconsciente reforzara con la conducta repetitiva e inamovible al pasar de los años. El apego y la avaricia tienen su contraparte en el miedo y la duda, ejemplos, si no guardo dinero o posesiones que pasara cuando pierda el trabajo, mejor no me arriesgo no vaya a ser que lo pierda todo y sufra al no tener nada. Si logro tener una pareja y una familia estable entonces podre ser feliz. Necesito acumular conocimientos y títulos para conservar mi trabajo. La avaricia nos empuja a racionalizar la importancia de las posesiones y más en un mundo enfocado al consumismo donde el poseer va ligado al poder y a la aparente seguridad en el futuro, sin embargo al apegarnos a las cosas, hacia algo o alguien no son en sí malos, el problema sería la imposibilidad de desapegarnos a todo esto en el momento necesario para liberarnos o cerrar algún ciclo. El sufrimiento se produce cuando nuestro ego no es capaz de soltar los apegos y estos se convierten en el centro y sentido de la conducta del diario vivir. Las vivencias que generan sufrimiento y que suponen algún tipo de carencia consumen mucha energía vital y estancan nuestro proceso evolutivo. Los orígenes se pueden rastrear a la infancia temprana donde la satisfacción de las necesidades básicas es fundamental, al no ser resueltas surge el miedo a la muerte, al abandono, son experiencias muy profundas aterradoras, suponen la aniquilación, y estas emociones las revive el adulto a nivel inconsciente y se defiende de ellas evitándolas como le sea posible, son residuos infantiles de miedo a revivir las carencias que dejaron heridas muy profundas y dolorosas, estas personas se prometen así mismos no permitir que aquellas experiencias se repitan, y su motivación personal las lleva a la acumulación, a el ahorro, a guardar para el futuro, a no soltar ni lo indispensable, y sin darse cuenta se mueven hacia una polaridad donde el guardar , retener, no compartir, reactiva en las personas que los rodean precisamente la experiencia de carencia que ellos desean evitar. Cada vez que revive aquel miedo, aquel trauma la emoción reaparece y su defensa será guardar, con más fuerza lo que han acumulado, defendiendo de esta manera su vulnerabilidad y buscando disminuir su miedo a la muerte y al cambio. Así que cuando alguien les pide algo de lo que han atesorado para cuidar su futuro, su respuesta será un rotundo no, acompañado de enojo, indignación y temor a ver lastimado su tan preciado tesoro.

¿A que podemos apegarnos y desarrollar avaricia? A todo, recuerdos, objetos, personas, relaciones, conocimientos, hábitos, creencias, dinero, estatus social, al poder, y muchas más. La avaricia nos detiene el proceso de evolución personal, nos impide liberarnos de las cosas materiales y buscar lo trascendente. La avaricia nos ancla a un estado emocional, a un recuerdo, a una idea, a una serie de vivencias, nos mantiene apegados a una ilusión de seguridad aparente, se lleva la flexibilidad y la movilización de los recursos internos para salir adelante. Al sentir miedo ante la posibilidad de una carencia, es más fácil apegarse a las cosas que la cultura nos dice que brindan seguridad, como