Convirtiéndose en un Padre activo y presente, al faltar la esposa.
El anhelo de intimidad manifiesto en muchos hombres, constituye un intento de sanar la herida interna que significa adormecer los sentimientos y contener la expresión de las emociones.

Paternidad es un término que varía enormemente de un hombre a otro en su más profundo significado y experiencia. Los hombres no hemos sido tradicionalmente quienes nos hacemos cargo de el cuidado afectivo y emocional de los hijos en las familias intactas de padre – madre, y generalmente estamos sin una preparación social y cultural mas no psicoemocional para asumir este rol dentro de la familia, el cual por muchas causas sociales, culturales, antropológicas e históricas se ha delegado a las mujeres. Para muchos hombres esta situación ha cambiado; y para muchos otros continua siendo un dogma de fe el creer fervientemente que la crianza y el cuidado emocional y físico de los niños es una responsabilidad primaria de las madres.
Para los padres que sostienen esta última creencia, convertirse en padres biológicos puede significar simplemente asumir la responsabilidad financiera de una boca más a quien alimentar y la necesidad de trabajar más para cumplir con las necesidades materiales del hogar que ahora aumentaron. Esto va de acuerdo con el rol tradicional que a muchos hombres les ha sido asignado.
La mayoría de los hombres se inician como padres con el embarazo y el parto de sus parejas, y se mantienen en el rol tradicional de proveedores, privándose de la oportunidad de experimentar su capacidad afectiva y de ternura al involucrarse de otra manera con sus hijos y esposa. Existen otras situaciones en las que este rol no puede mantenerse y los hombres necesitan desempeñar un papel mucho mas activo e involucrarse afectivamente en sus familias como ocurre en un divorcio donde el padre adquiere la custodia de los hijos o al morir la esposa y quedarse solo a criar a los hijos.
Para muchos hombres estas situaciones los colocan en un rol que la sociedad no acepta del todo y considera que los padres solos no podrán enfrentar exitosamente. Sin embargo esta creencia es parte de un mito, en diversos estudios longitudinales se ha encontrado que los hombres en estas circunstancias son tan capaces como las mujeres para criar y sacar adelante una familia, y que las características de los hijos criados por un padre son similares a los criados por una madre cuando ambos logran involucrarse afectivamente, mantener un ambiente estable y nutritivo emocionalmente para estos hijos, además de una actitud empática y de aceptación incondicional donde esta relación creativa produce crecimiento y fortalece la autoestima del padre y sus hijos.
Este padre requiere además de un ambiente de apoyo, y sostenimiento para reintegrarse psicológica y emocionalmente, lo cual facilitara el proceso de elaboración de la perdida del cónyuge.
Los hombres en estas circunstancias, frecuentemente vuelven a padecer los sentimientos de inseguridad e impotencia, y un dolor que no logran comprender, y tratan de ocultar estos sentimientos tras una coraza emocional, reforzando el estereotipo, según el cual los hombres son distantes y permanecen incomunicados mientras que la especialidad de las mujeres es la expresión afectiva y las relaciones personales.
Los hombres no somos victimas pasivas; buena parte de nuestro deseo de participar mas directamente en la vida de nuestros hijos y el anhelo de intimidad manifiesto en muchos hombres, constituye un intento de sanar la herida interna que significa adormecer los sentimientos y contener la expresión de las emociones de ternura y vulnerabilidad, sanarla representa la posibilidad de convertirnos en hombres mas completos, confiados y cercanos afectivamente.
Una perdida no elaborada trae consecuencias que impactaran el modo de relacionarse con sigo mismo y con los demás, el proceso por el cual elaboramos las perdidas de nuestras vidas es el duelo, este es un proceso difícil y lento, y que implica dolor y sentimientos intensos de tristeza y coraje, existe un final para muchas cosas que hemos amado, así como existe un final para el duelo. La manera de procesarlo dependerá de lo que percibimos como perdida, de nuestra edad, y de la de los seres queridos, de lo preparados que estábamos, de la manera en que sucedió la perdida, de nuestras fuerzas interiores y de los apoyos exteriores, seguramente de nuestra historia personal y experiencia con las perdidas y los abandonos de quienes hemos amado.
Síntomas continuos de ansiedad o depresión son manifestaciones que nos indican presencia de duelos no elaborados y seguramente la existencia de dificultades interpersonales dentro de la nueva familia.
Para un hombre enfrentar la tarea de criar una familia en soledad, en medio de una sociedad y cultura que no están preparadas para apoyarlo y entender su mundo interior, ofrece un gran reto y una gran posibilidad de manifestar la fuerza del amor cuando surge de lo mas profundo que es la esencia de ser hombre y orgullosamente padre.