Bienestar Físico y Mental en los Adolescentes

El aislamiento provocado por la pandemia COVID-19, enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, ha sido una situación que nos ha afectado a todos, en mayor o en menor medida, pero que a nadie le ha pasado desapercibido. Los estragos del aislamiento se pueden observar los adolescentes de la región Lagunera, donde se ha notado un incremento en casos de depresión, ansiedad, apatía, problemas de conducta, drogadicción, alcoholismo, y hasta intentos de suicidio, siendo éstos factores de alerta que exigen una mayor atención y ocupación en el cuidado de la salud mental.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2021) la depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes y el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. Es de suma importancia atender la salud emocional durante esta etapa, ya que durante ella el adolescente forma su propia identidad, “El no ocuparse de los trastornos de salud mental de los adolescentes tiene consecuencias que se extienden a la edad adulta, perjudican la salud física y mental de la persona y restringen sus posibilidades de llevar una vida plena en el futuro” (Organización Mundial de la Salud, 2021). Si bien la crisis de identidad es propia de la adolescencia, viene a bien tratar de comprender porqué se ha exacerbado y las consecuencias que esto conlleva en los adolescentes. Para profundizar más sobre los cambios y necesidades que trae consigo la adolescencia, podemos recurrir a Erik Erikson (1993), él estableció 8 etapas del desarrollo psicosocial: Confianza vs. Desconfianza; Autonomía vs. Vergüenza y duda; Iniciativa vs. Culpa; Laboriosidad vs. Inferioridad; Identidad vs. Confusión de roles; Intimidad vs. Aislamiento; Generatividad vs. Estancamiento; Integridad vs Desesperación. Que son los elementos a desarrollar y aprender en las etapas de la vida. El logro óptimo de cada etapa, permite que la siguiente se desenvuelva de la mejor manera, de lo contrario, el resultado en el desarrollo podría ser negativo o psicopatológico.
Al aislar a los adolescentes durante dos años, las habilidades sociales y emocionales que se desarrollan naturalmente en ésta etapa, se han visto mermadas. Tal como menciona Krobey (2022), en la actualidad los adolescentes tienen menor tolerancia a la frustración y una gran dificultad para afrontar conflictos, a diferencia de lo que se observaba en años anteriores. Debido a ellos, las conductas y enfermedades mentales anteriormente descritas han aumentado. No obstante, éstas situaciones no significan una condena para el resto de sus vidas, tal como lo señala Cyrulnik (2002) al hablarnos de la resiliencia: “Conseguí superarlo, dicen las personas que han conocido la resiliencia, cuando tras una herida, logran aprender a vivir de nuevo. Sin embargo, este paso de la oscuridad a la luz, esta evasión del sótano o este abandono de la tumba son cuestiones que exigen aprender a vivir de nuevo una vida distinta… aprender a caminar de nuevo, aprender a respirar, a vivir en sociedad”.
La resiliencia es la capacidad para superar y adaptarte a situaciones adversas, es un mecanismo de afrontación que se puede desarrollar y es sumamente importante en el autoestima del adolescente. “El autoestima es la salud de la mente” nos dice Branden (2018), pues considera un deber el crearnos una estabilidad que el mundo exterior no puede proporcionarnos. Además del desarrollo de la resiliencia, es igual de importante durante la adolescencia una autoestima sana, la cual se manifiesta en el valor que tiene una persona sobre sí misma, y su formación tiene que ver tanto con factores internos como externos, es decir, las ideas, creencias, y prácticas, así como las conductas del individuo. Además de ellos, los mensajes verbales y no verbales que recibimos de nuestra interacción con las personas que nos rodean y nuestra cultura, también tienen una injerencia sobre la salud de nuestra autoestima.
Por su parte Branden (2018) señala seis prácticas que considera las fuentes de la autoestima: La práctica de vivir conscientemente; la aceptación a sí mismo; la responsabilidad de sí mismo; la autoafirmación; vivir con propósito; y la integridad personal. Para el adolescente puede ser difícil trabajar en su autoaceptación, en permitirse sentir y experimentar sin autocríticas ni juicios, quejas o evasiones; mas ello conduce a un autodescubrimiento, a ser tener conciencia de sí mismo y poder conectar la mente, las emociones y el cuerpo (Kaufman, 2020).
Esta esfera de la salud mental del ser humano no es estática, ésta se eleva o baja “en función de las circunstancias específicas que experimenta el individuo, y afecta de forma importante su motivación” (Rodríguez y Caño, 2012). Los adolescentes basan parte de su autoestima en los resultados que obtienen en su vida cotidiana. Al tener éxito, su autoestima se eleva y experimentan emociones positivas con intensidad; por el contrario, si el resultado se percibe como fracaso, las emociones negativas serán las que se presenten con intensidad, provocando una baja en el autoestima. Lo esperado entonces es que el adolescente esté motivado a obtener éxito y de ésa manera evita emociones que le resultan dolorosas e incómodas.